Hijo

- Marcos… - Daniela lo miró con esos ojos llenos de brillo que siempre lo observaban con curiosidad y una chispa divertida, pero ese día, no había nada de eso – estos días fueron buenos, pero es momento de terminar esta amistad.

No había brillo.

No había chispa.

Daniela hablaba en serio.

Con el cuerpo rígido, Marcos se giró sobre sus pasos y salió del departamento en completo silencio.

Mientras Daniela terminaba de vestirse, con cierto alivio, Marcos conjuraba en su cabeza una decena de maldiciones contra esa joven que había sacudido el piso bajo sus pies como un terremoto.

Siempre se trataba de ella y sus ocurrencias y aunque estaba casando, harto, hasta la nuca de que eso, sentado en el asiento del conductor de su camioneta, en el estacionamiento subterráneo del edificio de departamentos en el que ella vivía, Marcos se sintió perdido.

Se recostó contra el asiento y respiró hondo, intentando estabilizar su ritmo cardiaco.

El celular en su bolsillo vibró.

- Marcos ¿Cómo estás?

- Lor
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