"Desde hoy serás Nina"

- ¿Dónde está? – Salvador no gritaba, pero la firmeza de su gruesa voz hacía que todos se estremecieran. 

- La Señora está en… 

- No – interrumpió a Sara - ¿Dónde está su amante? 

- ¿De qué está hablando? – Sara, que al fin había dejado de llorar, comenzó a derramar lágrimas de rabia - ¡La Señora nunca le fue infiel! ¡Se lo dijimos cientos de veces, pero usted nunca escucho!

- ¡Insolente! – Espetó haciéndola callar de inmediato – Sigo a Mauricio desde hace meses, sé que vino aquí 

- Pues se equivoca, Señor – Don Felipe habló con cierta decepción, aún no comprendía la insensibilidad de ese hombre – si hubiéramos contado con alguien más para ayudarnos, la Señora no habría muerto 

Ante las palabras de Felipe, Salvador se sorprendió 

- ¿De qué estás hablando? 

Sara se acercó con la pequeña en sus brazos hasta estar parada en frente del General. 

No se dejaría intimidar por el tamaño ni la imponencia de aquel hombre, no después de haber visto como su Señora había sufrido por la ciega lealtad que tenía hacia él. 

- Al menos hace calor hoy, o no sé cómo habríamos hecho para mantener la temperatura de la pequeña – dijo con voz ausente. 

- ¿Qué…? – Salvador miró al bebé envuelto en la manta 

- Es una niña – le dijo, entregándosela – no la destape, no tiene ropa y solo tenemos esa manta que la Señora tejió con retazos de lana que Felipe nos consiguió 

- ¿Qué es esto? – preguntó, perplejo 

- Es su hija, Señor 

Como si le hubieran tirado un balde de agua fría, Salvador miró a Sara y Felipe, de pronto pálido. 

- ¿Dónde está Eva? 

- La Señora lo esperó durante meses en la habitación a la derecha – le indicó, levantando el mentón hacia la puerta del cuarto. 

Sosteniendo a la pequeña con firmeza entre sus brazos, caminó hasta el cuarto, impaciente. Nunca le gustaron las bromas.

Pero, lejos de ser un chiste, la escena delante de él lo petrificó en un instante.

Había sangre por todo el piso, y Eva, con los ojos cerrados, estaba inmóvil en la cama desordenada.

- Eva – exigió su atención, desde la puerta.

Nada, la joven en la cama no se movió ni un centímetro 

- ¡Eva! – gritó

Con grandes zancadas se paró a su lado

La niña, asustada, lloró y su llanto lo distrajo

- ¡Sara! 

La mujer corrió para tomar a la pequeña de nuevo

- Don Felipe, ¿Tiene más leche de su nieta? La niña ya acabó la que me trajo recién – Sara se giró, ignorando a Salvador que se inclinaba sobre Eva

- Mientes – escupió Salvador, con el rostro distorsionado por el disgusto - ¡Responde de una vez!

Eva solía responder de inmediato cuando él la llamaba, pero seguía tendida en la cama, como si nada

- ¡Médico! – gritó a los hombres detrás de él, sin dejar de mirar a su esposa

Uno de los jóvenes uniformados se acercó y miró la escena ante él.

Pálida como una hoja, con el vestido echo un desastre y las piernas manchadas de rojo, no tenía pulso en sus venas.

- Lo siento General - reportó con la cabeza gacha

Empujando al joven a un costado, manoteó el brazo de Eva y presionó ligeramente la yema de sus dedos contra su muñeca.

Nada

- No – murmuró con ojos desorbitados - No no ¡Reanímala! - ordenó

- General… - el joven titubeó

Salvador presionó ambas manos contra el pecho de Eva, intentando reanimarla

- No te vas a morir ¡Aún tienes que pagar por todo lo que hiciste!

Aún quedaba algo de temperatura en su cuerpo

- ¡Sara! Dame la niña – Salvador tomó a la niña de los brazos de la empleada – ¡Ni siquiera sé si es mi hija, Eva! No te puedes morir y dejar todo este desastre 

- ¡Basta! – gritó Sara cuando la niña rompió en llanto otra vez, tomando a la pequeña otra vez – asusta a la niña

- ¡Será mía! – gritó, haciendo a todos estremecer

A todos menos a Sara, que no aguantaba seguir viendo la escena delante de él - ¡¿Con qué derecho la reclama cuando mató a su madre?

- ¡General! – Don Felipe intervino cuando dos soldados agarraron a Sara por los brazos

- La próxima amenaza contra la integridad del General será castigada – anunció un soldado

- ¡Tu General es un asesino! – escupió Sara, hiperventilando 

- ¡Debiste decirme del bebé cuando Julieta envió los papeles del divorcio! – al sentirse acusado, Salvador se defendió – A no ser que no quisiera que lo supiera – el rostro de Salvador se oscureció – ¿La niña es de Mauricio?

Le dio la niña al médico a su lado

- ¡La Señora nunca le fue infiel! 

- ¡¿Por qué más me lo ocultarían?!

- ¡Ja! ¿Cómo puede estar tan seguro de que no le dijimos a Julieta?

Salvador se atragantó ante la firmeza de Sara

Viendo la niña que comenzaba a ponerse roja de tanto gritar y a Sara y Salvador demasiado concentrados en discutir, el joven médico de la cuadrilla se paró delante de su General

- General, no hay nada que pueda hacer por la Señora, pero la niña necesita alimentarse 

- No me interesa lo que tengas que hacer, pero esa mujer tiene que vivir – ordenó apretando los dientes

- Pero, General…

Bajando la voz y mirando a la niña con pena, Sara continuó:

- ¿No cree que son demasiados malentendidos como para que Julieta siempre sea la víctima? Usted es un hombre inteligente General – se burló Sara – Me decepciona que nunca investigara a su secretaria

- ¿De qué estás hablando? – inquirió, ignorando al médico que miraba a la joven con impotencia – Julieta lleva una década a mi lado, ¿Cómo podría…?

- Sin alguna vez pensó en escuchar a su esposa – lo cortó - allí tiene para entretenerse – le señaló una pequeña mesita debajo de la ventana – la Señora lo esperó día y noche y allí escribió todo lo que nunca pudo decirle, porque su secretaria nunca la comunicó con usted.

Salvador, que no entendía absolutamente nada, revisó los papeles.

Leyó su nombre en cada una de las hojas

 “Salvador, hoy ha sido un día complicado, sé que no estabas de humor para escucharme. Esperaré a que todo se calme para poder explicarte que nada de lo que dijiste es cierto, nunca me he visto en privado con Mauricio” 

Había decenas de cartas desordenadas. 

“Salvador, ha pasado una semana ¿Vendrás mañana? Pensando en nuestra discusión, me he dado cuenta de que hay varios malentendidos” 

“Salvador, el teléfono en el pueblo hoy volvió a funcionar, se había roto por el mal clima, pero cuando te llamé Julieta me dijo que no querías hablar conmigo” 

Tan solo las primeras líneas ya le revelaban cosas que nunca supo. 

- General Domoniccie – insistió el joven

Salvador respiró hondo, apretando con fuerza los papeles en sus manos.

Miró a la niña en los brazos del médico, que se prendía con desesperación al biberón que Felipe le entregó y con firmeza se dirigió a Sara

- Limpia su cuerpo – enfrentando su mirada, agregó – pero ni muerta saldrá de aquí

- ¿Qué? – Sara palideció

- La enterraremos aquí

Volteando a ver por última vez el rostro pálido y demacrado de su esposa, tomó a la pequeña y salió hacia el pueblo.

Ni siquiera volvió a despedirse de ella cuando el sacerdote de la parroquia precedió la ceremonia del sepulcro, horas más tarde.

Así que Salvador nunca supo que Mauricio salió esa noche con Eva en sus brazos, cruzando el campo bajo la intemperie de una noche oscura, ni que el féretro que enterraron bajo la lápida con el nombre de su esposa, en realidad estaba vació.

Al menos, no hasta cinco años después

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Eva despertó en la enfermería de un convento en las afueras de Granada, luego de que Mauricio la mantuviera en un coma inducido para sacarla del país.

Para su sorpresa, ella despertó desorientada y sin recordar absolutamente nada de todo lo que había ocurrido.

Ni de la niña a la que había dado luz, ni de la promesa que le había hecho de entregarse a él.

- Fue un accidente de coche – le dijo Mauricio, poniéndola a prueba

Eva escuchó con toda su atención

- Te encontré al lado de la ruta, te chocaron y huyeron - agregó

Ella reflexionó sobre eso 

- Expuse tu situación en la comisaría local, pero nadie se ha presentado por ti

Eva dudó. Entre tanto olvido, había un detalle muy arraigado a su cuerpo: su esposo

- ¿Mi esposo? - preguntó

- ¿Tu esposo? – Mauricio contuvo el aliento

- Sé que estoy casada – miró su mano para confirmarlo

La piel alrededor de su dedo anular estaba ligeramente marcada con la forma de un anillo

- Nadie respondió por ti – sostuvo Mauricio

- Eso es bueno – suspiró aliviada

Porque su cuerpo parecía tener pánico hacia aquel hombre.

No lo recordaba, pero el terror era extremo ante la idea de que ese hombre la encontrara

- Yo cuidaré de ti – le dijo Mauricio

- Gracias – Eva lo miró con ojos cristalinos

- ¿Recuerdas tu nombre? – inquirió

Ella negó con la cabeza, exhausta

- Desde hoy serás Nina – le extendió una carpeta – Nina Duran, si estás de acuerdo

Eva asintió, sin imaginar que todo aquello, más que una mentira, era todo un invento de Mauricio para manipular a Salvador.

Como Mauricio jamás imaginó que la mujer que solo quería utilizar para extorsionar a su primo, lograría colarse dentro de sí mismo hasta el punto de quererla solo para él.

Pero para su mala suerte, cinco años después, Nina ya no sería suficiente para Eva cuando deban volver al origen de su olvido, y ella comience a recordar

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