"Hasta el día que me arrodille"

Nina estaba sentada delante de una escultura de mármol de un metro sesenta de alto: un pequeño bebé que descansaba en los brazos de su madre.

Sin mucho que hacer sobre un pasado olvidado, Nina se había concentrado en su futuro como Nina Duran, y en esos cinco años, gracias a su facilidad para la pintura y su exquisita mano en el tallado en mármol, se había convertido en una famosa artista.

Pero cada tanto, cuando en alguna obra se abría paso algún recuerdo, quería saber más de sí misma.

¿Y si…? Se preguntaba una decena de veces por día.

¿Y si tengo un hijo? Estaba segura de que el llanto de bebé con el que soñaba, era de ese pequeño en su escultura. 

- Señora, el Señor la busca – el conserje llamó su atención - Está cruzando el ingreso y no está de humor

- Ya se enteró – adivinó, bajando a encontrarlo, brincando escaleras abajo

No esperaba que él se enterara de su viaje antes de decirle, pero ya que las cosas se habían dado de esa manera, tenía una sorpresa para él.

Nina alquilaba un espacio para su taller a unas cuadras de la casa, en una especie de estancia con espacios múltiples que no permitía el ingreso a terceros, sin aviso previo.

La tranquilidad que le daban esos lugares, era lo que le había permitido trabajar en paz, sin miedo a que alguien pudiera encontrarla.

Desde que despertó de su coma luego del accidente, se mantuvo aislada de todo y de todos. Primero por su recuperación, luego por miedo y al final, por costumbre.

Pero ahora estaba decidida a salir de su zona de confort y explorar qué más había fuera.

Mauricio era conocido por todos allí, pero cuando no estaba de humor, todos corrían hasta ella para que Nina estuviera preparada.

Es que Nina no soportaba las confrontaciones sin entrar en una crisis de nervios.

De las pocas discusiones con Mauricio, el único tema que los volvía hostiles con el otro, era el mismo: El pasado de Nina.

Y ante eso, sobre que ella era muy cambiante, se mantenía desafiante.

Mauricio caminaba de una punta a la otra en la gran galería.

Nina se acercó a él mientras buscaba algo en el bolsillo trasero de su pantalón

- Explícame esto – soltó Mauricio en cuanto la vio, mostrándole un titular en su teléfono

Pero, de manera instintiva, Nina retrocedió, cubriendo su cuello.

Mauricio se sorprendió. 

El corazón de Nina golpeó en su pecho como el galope de un caballo en plena carrera

- Lo siento – se disculpó Mauricio

Según su psiquiatra, detrás de su accidente había un hombre al que le temía tanto, que prefirió bloquear todos sus recuerdos hasta entonces y por eso tenía ataques de pánico en situaciones como esa, cuando un hombre le gritaba o amagaba con algo en su dirección.

Eran reflejos que cada tanto la paralizaban

Respirando hondo para intentar clamarse, Nina tomó el teléfono de Mauricio y leyó el titular: “Nina Duran presentará su última colección en una gira por América. Aquí la agenda de cada una de las presentaciones confirmadas” 

- Nina – Mauricio retomó, con más calma - ¿Cómo es eso de exponer tus últimos trabajos en América?

- Quiero más, Mauricio – le dijo con un brillo en los ojos que Mauricio reconocía

Cada vez que tomaba un nuevo encargo, o terminaba una obra, brillaba con el esplendor de toda su juventud.

- Mauricio, no puedo vivir encerrada - agregó

- Creí que habías decidido mantenerte en el anonimato

- Lo haré, no me pararé delante de ninguna cámara 

- ¿Aceptarás el puesto en la universidad de artes que te ofrecieron? – preguntó

- ¿Te preocupa mi exposición o que decida quedarme allá? – lo cuestionó, apretando con fuerza los boletos de avión en su mano.

- ¿Qué vas a hacer?

- Aún no lo sé

- Lo harás – entendió – sonabas entusiasmada cuando te llamaron y ya no tienes ataques de pánico cuando estás rodeada de muchas personas, dijiste que sí, ¿No?

- Sé que no te gusta que salga de casa, pero no quiero seguir encerrada de esta manera, quiero hacer más - repitió

- ¡Ya haces más! – Mauricio se paró delante de ella – Nina, piénsalo bien

- La familia Domoniccie también te llamó 

- Mi madre me llama desde hace años – soltó irritado, Mauricio – no digas que viajarás por mi

- ¡Tu madre ya me culpa porque abandonaras la familia!

- Deje la familia Domoniccie porque ya había un heredero, al fin pude hacer mi vida como médico aquí, no volveré a esa casa

- Mauricio, jamás me he entrometido en los asuntos de tu familia, pero desde que estamos juntos, ni tú ni yo hemos salido de aquí

- Yo hice mi vida aquí, y tú deberías hacer lo mismo – sentenció

- ¡Es como si nos escondiéramos de algo! – Nina levantó el mentón

Se había preparado para esa discusión durante todo un mes

- Tus trabajos ya se han expuesto en lugares importantes y has ganado una decena de premios en el último año ¿Qué más crees que hay ahí fuera? – con una mirada desafiante, Mauricio continuó - ¿Y si él te encuentra?

El rostro de Eva se ensombreció

Él. El hombre en su pasado.

- ¿Qué quieres de verdad con este viaje? – Mauricio soltó un suspiro, exhausto – Siento que esto tiene más que ver con tu pasado que con tu trabajo

- ¡Quiero crecer como artista! ¡Expandir mis fronteras! No puedo dejar que este miedo me someta toda la vida Mauricio – Nina apretó los labios en una línea recta – Aunque hay mucho que quisiera saber, esto no tiene nada que ver con mi pasado

- ¿Qué más quieres saber? – le preguntó – tu médico lo dijo, tu amnesia solo empeora cuando te fuerzas a recordar ¿Has consultado con él o con tu terapeuta sobre este viaje?

- Necesito recordar el rostro de ese hombre para poder evitarlo

Si Mauricio estaba decidido a cuestionarla, bien podía ser honesta y confesar todo lo que la perturbaba, aunque no tuviera nada que ver con su viaje.

De todos modos, era bueno aclarar todo si quería pedirle que la acompañara hasta allá

- Mauricio, sabes que me siento agradecida contigo por haber salvado mi vida, pero ¿De verdad a ti tampoco te interesa saber quién soy en realidad?

- Lo que tu mente haya decidido bloquear, no fue por tu accidente ¡Incluso tu psiquiatra afirma lo mismo que el doctor Lupe! No hay daño neuronal, tus controles anuales son perfectos – se aflojó la corbata – lo que olvidaste, querías olvidarlo, así que es mejor no recordarlo

- Ya alquilé un departamento

Mauricio la miró con ojos desorbitados

- ¡¿Que hiciste qué?!

La culpa golpeó a Nina como una bofetada.

No podía cuestionar todo lo que Mauricio había hecho por ella en esos años, desde llevarla al hospital cuando tuvo su accidente, hasta darle casa y alimento sin exigirle nada a cambio.

Pero su pasado, su identidad, era un tabú. Él jamás la escuchaba cuando quería hablar de eso.

Lo peor era que, todo el tiempo, él relacionaba cualquier decisión de Nina con su insistencia por ello.

“¿Por qué siempre está a la defensiva con todo lo relacionado con mi pasado?” pensó Nina, frustrada

Si tan solo él la apoyara… todo sería más fácil.

- Intenta entenderme – insistió Nina 

- ¡Llevo años entendiendo! – Mauricio apretó los labios en una línea recta – Nina, no se avanza mirando hacia atrás

- Además, será como alejarme de todo eso, podré salir a la calle tranquila sin miedo a que él me encuentre, la producción se hará con el cuidado de mantener mi anonimato 

- Habrá periodistas esperando para tomar una foto tuya en cuanto te descuides

- Estaré ocupada organizando las exposiciones y trabajando en las nuevas obras, mi representante…

- Tengo miedo – la interrumpió

- ¿A qué le temes? – lo cuestionó

Al menos, ella tenía un motivo para tener miedo a salir de la mansión o de su estudio, pero ¿Él? Haberse alejado de la familia Domoniccie, según Mauricio, fue todo un logro. ¿Habían terminado tan mal?

- Tengo miedo de perderte

Boquiabierta, cuando recuperó la razón, Nina soltó: - Compré dos boletos de avión

En realidad, ya había decido ser leal a este hombre que salvó su vida, pero tampoco podía insistir en un futuro cuando no sabía con exactitud qué estaba dejando atrás.

Si tan solo él no se opusiera tanto a que ella descubriera más sobre sí misma, no seguiría negándose a tener una relación amorosa con él.

- Te amo – la voz de Mauricio, angustiado – Y te acompañaría hasta el fin del mundo Nina

- ¿Me acompañarás? – le preguntó Nina esperanzada

- Prometo que haré el esfuerzo por entenderte y acompañarte, pero necesito – enfatizó – que tú también prometas que intentarás entenderme

- Mauricio, siempre estaré agradecida contigo por todo lo que has hecho por mí – le dijo, algo confundida

- Cásate conmigo

- ¿Por qué insistes con eso? – protestó, no era la primera vez que le proponía matrimonio

- Tú insistes con tu pasado y en cinco años, no me he quejado

- No es lo mismo

- ¿Por qué yo no puedo insistir? Tú insistes con lo que sea que se te meta en la cabeza ¿Solamente es válido lo que tú sientes? ¿Mi angustia por ti, no? ¿Cómo crees que se siente lidiar con tu rechazo a diario?

- Tampoco es tan así 

- Te amo

- Podemos ir juntos a América y luego hablar de matrimonio – huyendo a la mirada de Mauricio, Nina sugirió – incluso podríamos, no sé, tal vez… visitar a tu familia

- Nina, seré firme en una cosa, cuando estemos allí, lo primero que debes evitar, es la familia Domoniccie

Ella lo miró con una sonrisa, más tranquila ahora que él había aceptado acompañarla en su viaje

- Si quieres que nos casemos, tenemos que hacer las cosas bien, no puedes ignorar a tu familia siempre

- Nina, casémonos antes de viajar

El corazón de Nina dio un vuelco ¿No podría escapar de eso antes del viaje?

Cada martillazo en el mármol, hasta descubrir a la joven con su pequeño, Nina sintió que recordaría algo.

Algo que explicara ese vacío que sentía, como si hubiera perdido algo muy importante.

¿Podía comenzar una nueva vida con Mauricio, sin saber qué era lo que estaba dejando atrás?

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EL HOMBRE MISTERIOSO

El hombre tomo una hoja de papel y comenzó a garabatear un par de líneas.

Desde hacía cinco años, había desarrollado el hábito de escribir.

“Como si ella leyera algo de todo esto” Se burló para sus adentros.

Mientras la noche caía, todo su día pesaba en sus hombros.

Como el susurro de sus penas, el sonido de la pluma al deslizarse sobre la hoja llenaba el cuarto.

“Cada año es más y más difícil ¿Me creerías si te dijera que me arrepiento de todo lo que te hice?” 

Bajo la luz amarillenta de la lámpara sobre el escritorio, cada palabra dolía como si la tinta se cargara con la mismísima sangre de sus venas.

“Si algún día junto el coraje para enfrentarte ¿Podré pedir tu perdón? ¿O es esta angustia el castigo que merezco? No quiero limpiar mis culpas, si tengo que soportar el peso de mi conciencia en silencio, lo haré hasta el día que arrodillarme delante de ti”

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