37. Trato
Un silencio que competía con un sepulcro.
Ni los relojes se atrevían a seguir marcando el tiempo en esa oficina. Era como si el aire también se hubiera rendido, congelado entre nosotros.
Y ahí estaba él. El patriarca. Esos ojos, tan endurecidos como diamantes de guerra, no esperaban réplica.
Solo sumisión. Rendición. Silencio.
—¿Abuelo, quieres quitarme el puesto? —La voz de Brian cortó el aire como un bisturí. No tembló, no vaciló, no reculó. Estaba tan firme como un ancla—. Bien. Hazlo. ¿A quién se lo darás? ¿A mi padre? Él tiene sus propios negocios. ¿A mis hermanos? Ellos se negaron a tomar este cargo por la presión.
Le sostuvo la mirada. Sin pestañear. Brian enfrentando al dios del Olimpo. Yo no podía respirar. No sabía si estaba presenciando un intento de suicidio emocional… o la prueba de amor más grande del mundo.
—Eres un…
—Señor —me levanté antes de que dijera cualquier estupidez irreparable. Y no me levanté como una niña asustada, no. Me levanté como una mujer que sabe exac