95. Momento emotivo

Las manos de Gladys siguen paralizadas en el pomo, sigue temblando, continúa ahí, como una estatua, con el corazón latiendo a mil por hora, tan, pero tan desahuciada que no logra saber por qué razón, ni cómo, su mente dejó de pensar. El llamado de la niñera de Gabriel, otro, la saca del trance, y aún más el llanto de la niña que continua en la cama, enjuagándose esos preciosos ojos que le devolvieron la vida a Gladys cuando los vio por primera vez.

Un paso.

Luego otro.

—¿Hija…?

Y la voz de Gladys se quiebra al dejar el pomo de la puerta. Inés, la niñera de Gabriel, se queda paralizada en la puerta cuando las palabras de Gladys inundan esta habitación. Cree que está en un sueño. Su sueño. Lo único que pedía todas las noches cuando no podía más con la desesperanza.

Cuando no podía entender lo tan horrible que sería la vida si no llegaba a encontrar a la niña de sus ojos.

Gladys da otro paso.

—Hija mía —Gladys cae de rodillas frente a la cama, no cree que pueda ponerse de pie
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