32. Desconocidos
—¿De qué me está hablando? —Juan Pablo se queda inmóvil en dónde está—. ¡¿Qué está diciendo?!
—E-es lo qué, señor. Lo juro…yo-
Juan Pablo cuelga de inmediato. O es una broma de mal gusto o esto ya se está saliendo de control. Sólo horas. Horas desde que dejó a Gladys en la clínica. Los pasos de Juan Pablo son fuertes bajo el piso de cerámica. Corre rumbo hacia su camioneta y dentro de ella recuerda lo que le prometió a Gabriel. Mira la hora en el reloj de la muñeca. Acelera de inmediato a la clínica. Ya es muy tarde para que lo atiendan, pero no viene por eso.
Juan Pablo baja del coche sin estacionarlo en el apartado del estacionamiento sino frente a la clínica. La desesperación lo aniquila de pies a cabeza cuando ya entra al corredor, moviendo la cabeza entre la pequeña multitud en recepción. No hace falta pedir direcciones o nombres. Enfurecido camina hacia la oficina de Emmanuel y antes de que el doctor siquiera se de cuenta de lo que ocurre lo arroja a la pared.
—¡Juan Pablo! —exc