27. Escape
Dentro de Gladys muchas cosas pasan. Los puños en sus rodillas se aprietan más de la cuenta, el músculo de su mandíbula está a nada que revienta y sus ojos se tiñen de rabia e incredulidad. Al no poder pronunciar siquiera algo, sólo se coloca de pie y sus ojos caen en el doctor Emmanuel. También observa los papeles en sus manos, y vuelve la vista hacia Germán.
Abre los labios. Su voz se tiñe de incredulidad y desesperanza. Ambos mirándola de la misma manera que mucha gente lo hizo tiempo atrás. Nace rabia, dolor, incredulidad herida y una impotencia silenciosa.
—Yo no estoy loca…—pronuncia Gladys tratando de controlar el horror que poco a poco nace. Gladys da un paso hacia atrás mientras sus lágrimas se deslizan por sus ojos y ahí se quedan. No las dejará salir, no ahora. No lo hará—. Yo no estoy loca.
—No podemos decir que los resultados arrojaron a algo que no está verificado. Gladys —Emmanuel se pone de pie. Se acerca a ella para agarrarla de los brazos; su rostro sigue siendo amab