Recuperando El Amor De Mi Ex Esposa Billonaria
Recuperando El Amor De Mi Ex Esposa Billonaria
Por: andreyflor
1. Sin nada

CAPÍTULO 1

—Esmeralda Torres es la amante de tu esposo. Y ella le acaba de dar el hijo que tú nunca pudiste —exclama tajante Josefina Villareal. Se pone de pie—. ¿Lo ves? Juan Pablo jamás te amó y te convenciste de eso. No le has dado un hijo y ella, por lo menos, lo hizo padre.

—E-esto no es verdad. Dios Mío. Esto no es verdad —Gladys Bustamante tartamudea. El aire se le va de los pulmones con las imágenes que su suegra le acaba de entregar—. ¡¿Qué es esto?! Juan Pablo, é-el…¡Él no pudo hacerme esto! —Gladys se toma del vientre—. ¡¿Quién les dio estas fotos!? ¿Son falsas!

— Esmeralda si es una mujer de verdad. Tú solo lo distrajiste. No eres nadie en esta vida, ni en esta familia. No sé qué pensaba mi hijo al casarse contigo —su suegra le exclama—. Quiero que te divorcies de mi hijo ahora-

Gladys lanza las fotos a un lado y corre a la puerta de la oficina.

—Eso no es verdad. Juan Pablo me ama, yo lo amo a él. Esto es mentira —Gladys enerva del dolor—. Usted nos quiere ver a mí y él separados. ¡Pero esto no es verdad! —no espera un segundo más para correr hacia la oficina de su esposo.

Dos años de matrimonio. Dos años donde el corazón frío de Juan Pablo Villareal ha permanecido inquieto, frívolo e indiferente con ella. Este matrimonio lo quiso desde siempre. Juan Pablo amaba a otra mujer antes que ella. A Esmeralda. Y éste matrimonio sólo empeoró su relación. Gladys tenía la certeza que podría amarla de vuelta, de olvidar su antiguo amor. ¿Es justo? ¿¡Es justo todo esto?! Logra ver al hermano de Juan Pablo afuera de la puerta de la oficina de su esposo.

—¿Gladys? ¿Qué vas a hacer? —él pregunta palideciendo.

Pero Gladys lo empuja y abre la puerta de la oficina. Sus manos dejan la puerta, sus piernas tiemblan, y el amor que alguna vez creyó que podía alcanzar se quiebra en mil pedazos. Su corazón se quiebra en dos. Gladys abre los ojos hasta más no poder y se lleva la mano a la boca.

—¿Juan Pablo…? —pronuncia Gladys cuando finalmente lo sabe.

Su esposo besando a la única mujer que le ha hecho la vida imposible. Su amante. Esmeralda. Aquí, frente a todos los demás, delante de todos, dejándola en un precipicio sin salida.

—Juan Pablo —el corazón de Gladys se quiebra—. ¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿Cómo pudiste?!

Finalmente, su esposo se da la vuelta, rompiendo el beso. Cuando sus ojos se encuentran, los frívolos de Juan Pablo se oscurecen más y más, como siempre fue. En todo éste matrimonio jamás la vio con amor. Su mirada fue un constante veneno de rencor.

—¿Qué haces aquí? —Juan Pablo arremete con desdén.

—¡¿Qué hace ella aquí?! ¿Cómo puede besarla? ¿Cómo puede traer a tu amante? —Gladys se acerca dispuesta a lanzarse contra Esmeralda—. ¡¿Cómo puedes meter a tu amante delante de mí?!

Juan Pablo le toma la mano a Gladys y así, ambos se miran a los ojos ebullendo uno de dolor y el otro de desprecio.

—Sal de aquí, Esmeralda.

Esmeralda sólo sonríe cuando Juan Pablo la defiende, y mira a Gladys con triunfo. “Yo gané, yo siempre gano.” Son los pensamientos de Esmeralda cuando Gladys la observa, tratando de quitarse a Juan Pablo de encima para quitarle esa sonrisa del rostro.

—¡¿Cómo pudiste?! —Gladys lo empuja—. ¡Meter a tu amante a mi empresa!

—Eres una mentirosa —Juan Pablo la sorprende. De los escritorios saca un papel y lo lanza al piso. Gladys, desconcertada, no puede entenderlo.

—¿De qué hablas? —balbucea Gladys—. ¿Qué son estos papeles? ¿Por qué me cambias la conversación?

—¡Eres una mentirosa! ¡Tu abuela es una mentirosa! ¡Huérfana y sin herencia! Tu abuela te casó conmigo a base de mentiras, creyendo que eras billonaria. ¡No eres más que una ladrona!

—¿¡De qué hablas?! —Gladys palidece, mirando los papeles—. Yo soy la heredera de mi compañía, la única Bustamante de mi familia. Lo soy yo. ¿Cómo puedes…?

—¿Así que esos papeles son falsos? ¿El acta de tu nacimiento es falso? Tu propia abuela lo falsificó porque la verdadera dueña del apellido Bustamante es Esmeralda.

Gladys deja caer los papeles al suelo, retrocediendo. Mente y cuerpo colapsan al suelo y Juan Pablo la agarra del brazo.

—Es mentira…

—Cómo te odio, Gladys…—Juan Pablo exclama—. Arruinaste mi vida, me arruinaste la vida desde que te casaste conmigo. Cada segundo de mi existencia soy un miserable. Irás presas por extorsión y falsificación de documentos. No eres heredera de nada, no eres billonaria, no tienes un apellido. No eres nadie ahora.

—No digas eso —Gladys solloza, en el suelo y negando una y otra vez—. No soy una mentirosa, mi abuela tampoco. ¡Mi abuela murió en coma y no puede decir defenderse y decir que esto es mentira! Esmeralda miente. ¡Ella miente! Tienes que creerme-

—Basta.

—Juan Pablo —Gladys lo toma de las muñecas—. ¡No miento! ¡No tengo a nadie! ¡Sólo te tengo a ti! ¡¿Cómo puedes desconfiar de mi cuando soy tu esposa?!

—Mi esposa por obligación. Herencias juntas para que cada uno herede así como lo estipula nuestros contratos. Ahora anulo por completo nuestro contrato de matrimonio.

—¿Divorcio…? —Gladys se toca el vientre—. Es imposible, Juan Pablo. No me pidas el divorcio. ¡No lo hagas! ¡Esmeralda miente! ¡Ella no es ninguna heredera de mi fortuna! ¡No es una Bustamante! ¡Juan Pablo! —cuando se levanta a tambaleos para tomar a su esposo de la muñeca, Juan Pablo se da la vuelta—. ¡No creas eso!

Las puertas de la oficina de su marido se abren de par en par. Un oficial que ya conoce y el mismo abogado que los casó dos años atrás los acompaña. Gladys no puede creerlo.

—Acompáñeme, señora Villareal. Todo lo que diga será usado en su contra —el oficial indica. Sólo así, Gladys se da cuenta que su pesadilla acaba de comenzar.

—Juan Pablo —súplica Gladys cuando intenta tomar su mano. Antes de tocarla, el oficial la arrima hacia atrás para esposarla—. ¡Juan Pablo, no dejes que me lleven! ¡No me dejes sola tú también! ¡Me están difamando! ¡No soy una mentirosa! Juan Pablo.

Su esposo se da media vuelta. Algo en los ojos de Juan Pablo centellean, ¿Quizás arrepentimiento? ¿Alguna duda? Pero no. El amor por Esmeralda Torres es más fuerte que cualquier sentimiento por haber y por existir. Él jamás amó a Gladys.

—Firma los papales del divorcio —Juan Pablo ordena—, porque ahora pagarás por tus mentiras.

La primera lágrima de Gladys desciende por sus mejillas. Sale esposada de la oficina casi sin aire, sin vida. ¿Qué se supone que está haciendo? ¿¡Qué le están haciendo?! ¿Quién fue capaz de hacerle algo así cuando nada ha hecho?! Oh, Dios Mío. Esto no poder. Tanto es su desesperación y llanto que colapsa al suelo. Así sin más. Su esposo tiene un amante y le tuvo un hijo. Le quitan su apellido, la dejan sin anda y ahora vivirá en prisión cuando es inocente.

Una vez abre los ojos, agotada, dándose cuenta de lo que ocurrió y sola, Gladys trata de ponerse de pie en la camilla.

—Señora —pronuncia una enfermera de inmediato—. No haga esfuerzo.

—¿Dónde estoy…? —Gladys solloza—. ¿Qué es este lugar?

—Es la reclusión de mujeres. Estamos en el hospital, pero cuando se recupere, su juicio empezará —la enfermera mira su vientre—, y más porque su bebé apenas tiene dieciséis semanas de embarazo.

Gladys deja de llorar.

Abre tanto los ojos que cree que saldrán de sus cuencas.

—¿Qué fue lo que dijo…?

—Señora, ¿No lo sabe…? —la enfermera frunce el ceño—. Usted está embarazada.

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