Capítulo 60: Un rescate y un beso.
El despacho de Rubén estaba iluminado apenas por la luz de una lámpara de escritorio, que proyectaba sombras largas y elegantes sobre las paredes cubiertas de libros. El humo del habano que sostenía entre los dedos le rodeaba el rostro con una calma inquietante, como si nada en el mundo pudiera quebrar su control. El silencio se volvió denso, pesado, hasta que un golpe firme resonó en la puerta.
— Adelante — ordenó Rubén, sin apartar los ojos del retrato antiguo colgado en la pared.
La puerta se abrió y un guardia, rígido como una estatua, anunció con voz seca:
— El señor Lothus está aquí.
Rubén arqueó una ceja. Un atisbo de sonrisa torcida cruzó su rostro, pero pronto se borró, reemplazada por un gesto duro.
— ¿Lothus…? — repitió en un murmullo, como saboreando el nombre —. Interesante. ¿Y qué demonios hace él en mi casa?
El guardia se limitó a encogerse de hombros. Rubén dio una calada lenta a su cigarro, y luego exhaló el humo con un aire de desafío.
— Hazlo pasar.
Unos segundos de