Capítulo 18: Románticos discretos.
En otro rincón de la ciudad, Alexander estaba sentado en su oficina, frente al ventanal, mirando el vacío. Martín, su asistente, había dejado los informes sobre la mesa, pero él no los veía. En su cabeza solo estaba ella.
Recordaba cómo entraba después de un día agotador y la encontraba dormida en el sillón, con un libro sobre el pecho. Recordaba cómo se quedaba mirándola, sin atreverse a tocarla. Había algo tan puro en ella que lo hacía sentirse sucio. Por eso se alejaba. Por eso la ignoraba. ¡Por miedo! Pero también, odiaba que alguien que parecía puro, tuviera algo que ver con vida. Ahora sabia la verdad.
La había matado en vida.
Nunca supo cómo mostrar afecto. Su educación, su padre, sus traumas. Todo le había enseñado que el amor era debilidad. Pero Elena... Elena lo había amado de verdad. Y ahora, la había perdido.
— Prepara una cena privada — ordenó de pronto a su asistente —. En el mejor restaurante.
Martín lo miró, incrédulo, pero fue su amigo Hector quien habló.
— Ella ya no