Tú ganas...
- Dana -
¡Diablos!
Thomas estaba furioso y ahora quería el pasaporte de mi hijo para hacer los trámites de reconocerlo, ¡Un domingo a las cuatro de la tarde! ¿Qué creía? ¿Qué las oficinas del ayuntamiento se abrirían para él por ser un Scott? ¿Cómo lidiaba con este hombre frente a mi que me hacía delirar y querer matarlo a la vez?
Me había sentado en el sofá frente a él y comenzamos una lucha de miradas, era tan extraño verlo tan repuesto después de la última vez que estuvimos juntos y la verdad sea dicha, los años le habían sentado bien, se veía tan guapo con ese pantalón y la camisa semi abierta que marcaba sus pectorales, Uff ¡qué mierda! estaba haciendo calor o yo me estaba calentando de ver a este tremendo monumento de hombre frente a mí.
-Si crees que me harás ceder con esa carita, estás equivocada Dana.
-¿Cómo?
-Me estás mirando como el gato a la carnicería. -mierda, me había pillado.
-JA, lo soberbio no se te quita, maldito demonio de tres patas.
-Más respeto con el padre de