Paz estaba sentada en la cama de un hotel modesto, con las maletas ya listas junto a la puerta.
Miraba por la ventana mientras la tenue luz del atardecer bañaba la habitación con un resplandor melancólico. Cada detalle de su entorno parecía estar cargado de una tristeza que no podía ignorar.
Llevó una mano a su vientre con un gesto protector, mientras sus pensamientos giraban en torno a Terry y Deborah.
La idea de ellos juntos era como una daga clavándose en su pecho.
—Tal vez, si él supiera de ti…—murmuró con un suspiro quebrado, acariciando su vientre. Las palabras quedaron atrapadas en su garganta, y lágrimas silenciosas comenzaron a caer—. Pero… lo siento, bebé. Tengo miedo. No soy lo suficientemente fuerte. Si él llegara a saberlo… ¿Y te arranca de mi lado? Ahora eres lo único que tengo en este mundo.
Las emociones la invadían, pero no había tiempo para lamentaciones.
Decidió que lo mejor sería marcharse, comenzar de nuevo lejos de ese lugar y de los recuerdos que la atormentaban.