POV: Aurora
Correr no ayudaba.
Mis zapatillas golpeaban la tierra húmeda del sendero. Thump, thump, thump. Un ritmo constante que intentaba ahogar el caos en mi cabeza. Pero no funcionaba. Nada funcionaba.
Todavía sentía la marca.
Allí, en mi cintura, justo encima del hueso de la cadera. Ardía. No era un dolor físico real —me había mirado en el espejo esa mañana y la piel estaba pálida, sin rastro de rojez—, pero la sensación fantasma persistía. Como si Kieran hubiera dejado una huella dactilar de fuego invisible grabada en mi carne.
—Maldita sea —jadeé, acelerando el paso.
El aire frío de la mañana me quemaba la garganta. Era un alivio. El dolor físico era fácil. El dolor físico tenía sentido.
Me había alejado demasiado de la mansión. Lo sabía. Marcus había sido claro: "El territorio es inestable". Pero las paredes de damasco de mi habitación se sentían como barrotes de jaula, y cada vez que me cruzaba con Kieran en el pasillo, el aire se volvía irrespirable. Necesitaba espacio. Nece