DAFNE
Luz.
Eso fue lo primero que vi — una luz plateada y cegadora que se derramaba por grietas infinitas en el cielo. Mi cuerpo dolía, mis pulmones ardían, y por un momento, creí que habíamos vuelto al mundo físico. Pero entonces lo vi: el suelo bajo mis pies no era tierra. Era vidrio.
Y bajo ese vidrio había recuerdos.
Miles de ellos.
Sangre, gritos, rituales, velas encendidas… rostros que no conocía — y uno que sí.
La bruja.
Sus ojos pálidos me miraban desde el reflejo, vacíos y antiguos, como si la luna misma hubiera aprendido a odiar.
Me incorporé, la mano temblándome mientras rozaba el vidrio. En el momento en que mis dedos lo tocaron, el mundo cambió — violentamente. El vidrio se onduló como agua, y fui arrastrada hacia abajo, hundida en la pesadilla de otra persona.
Un viento helado aulló. Una niña lloraba.
Entonces la vi — la bruja — pero más joven, quizá de ocho años. Estaba en medio de un bosque oscuro, abrazando el cadáver de su madre. Lobos la rodeaban, c