PERSPECTIVA DEL AUTOR
El aire nocturno apestaba a humo y fuego de bruja.
El pulso de Leonor vibraba con poder mientras permanecía bajo el roble retorcido, con la mirada fija en la figura temblorosa frente a ella — Dafne.
La Loba Bendecida.
La que lo había arruinado todo.
Una sonrisa cruel curvó sus labios mientras giraba un anillo de plata en su dedo — el sello de la bruja que brillaba tenuemente con runas verdes.
—Deberías haberte quedado muerta —susurró, su voz serena pero envenenada.
Dafne dio un paso atrás, temblorosa.
—Leonor… ¿qué hiciste?
—Todo lo que tú fuiste demasiado blanda para hacer —respondió Leonor, con un tono afilado como el cristal—. Tenías poder y lo desperdiciaste. Tenías un compañero y lo debilitaste. Pero no te preocupes, yo lo arreglaré.
Antes de que Dafne pudiera responder, las sombras se agitaron detrás de Leonor, y Cloe emergió, con el cabello suelto y salvaje, los labios pintados con una sonrisa maliciosa.
—Ay, querida —ronroneó al pasar jun