JORDÁN
Desperté en silencio. No del tipo pacífico, sino del que parece estar vivo.
La cripta a mi alrededor estaba en ruinas, el polvo colgaba espeso en el aire, las piedras partidas como vidrio. Mis garras estaban medio extendidas, las palmas sangrando. Cada hueso de mi cuerpo dolía por la explosión que me lanzó a la oscuridad.
—Dafne… —susurré con voz ronca, incorporándome lentamente. Su aroma había desaparecido. No debilitado… desaparecido.
Mi corazón latía con tanta fuerza que apenas podía respirar. Alcancé el vínculo de pareja, desesperado, arañando el hilo invisible que conectaba nuestras almas… pero todo lo que sentí fue vacío. No estaba muerta, aún podía percibir un leve destello de su corazón en algún lugar, pero estaba… lejos. Oculta.
—Dracón —murmuré entre dientes—. ¿Dónde está?
Mi lobo gruñó dentro de mí, su voz áspera como trueno raspando piedra.
—No está en este mundo… no completamente.
—¿Qué quieres decir con “no completamente”? —exigí, tambaleándome al ponerme de pie.