011
JORDÁN

Sus ojos se abrieron con asombro e incredulidad. Probablemente no podía creer que la hubiera llamado, no para tener s·xo, sino para que cantara para mí.

—¿Cantar? ¿Quieres que te cante, Alfa? —repitió, y yo la miré fijamente, sin expresión alguna en el rostro.

Apartando la mirada, fingí molestia y rugí:

—¿No quieres cantar para tu Alfa? ¿Prefieres que te folle en lugar de cantar para mí? —intenté sonar tan frío y temible como siempre.

Ella negó con la cabeza, presa del pánico.

—Puedo cantar, mi Alfa. Te cantaré.

A esas alturas, estaba temblando visiblemente. ¿Así de temible me considera? Haría cualquier cosa excepto acostarse conmigo. No la culpo; en la cama no tengo calidez alguna, solo lo hago por la necesidad de obtener un cachorro.

—Bien. ¡Canta! —ordené, señalando el sofá y haciéndole un gesto para que se sentara.

Con duda, se sentó en el sofá, y yo me senté a su lado. Mi presencia la aterraba, lo sabía. Sin embargo, quería que se sintiera libre conmigo. No
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