El desfile continuó con la última modelo dando pasos lentos y elegantes, llevando un abrigo largo tipo capa. Era la prenda más teatral de la noche, que se abría como una flor marchita.
—El corte del abrigo es delicado—comentó Helena, concentrada en el detalle—. Pero el estampado lo contradice. Me sorprende que Diana haya logrado modificar los diseños que hice en el pasado…
Nicolás lo notó en su mirada. Helena no lo especificó, pero el brillo en sus ojos se apagó desde el momento en que las modelos comenzaron a desfilar. Cada prenda que pasaba frente a ellos era un eco distorsionado de su trabajo, su esfuerzo, de sus emociones convertidas en espectáculo por alguien más.
Él la observó en silencio. Sabía lo que significaba para ella ver su arte manipulado, reinterpretado sin permiso y sin alma. Y aunque Helena se mantenía erguida, con la cabeza en alto, Nicolás alcanzó a ver el temblor sutil en sus dedos, y la forma en que apretaba la mandíbula para no quebrarse.
—Es injusto, Helena.