Helena abrió los ojos lentamente, confundida de lo que estaba pasando. No supo cómo llegó a una camilla de hospital. Sentía que le estaban aplastando el cuerpo, era una pesadez horrible, y un ligero dolor en el abdomen.
—¿Eh? —soltó, enfocando mejor su visión.
Recordó que se desmayó en el supermercado después de un disparo. El nombre de Diana, su madre llorando desconsolada, y el hombre de negro huyendo de la escena.
Recién se percató de que no estaba sola. Una enfermera se acercó con una tablet en la mano al verla despierta.
—Qué bueno que despiertas —le dijo—. ¿Recuerdas cómo te llamas y lo que pasó?
Helena asintió.
—Lo recuerdo todo. No he perdido la memoria —mencionó—. Mi nombre es Helena.
—Te haré un chequeo rápido para verificar que todo esté bien —informó.
Se inclinó con cuidado y le levantó el párpado derecho. La luz recorrió la pupila, que reaccionó con lentitud. Luego repitió el gesto en el otro ojo, observando con atención.
—Bien. Reflejo pupilar activo —murmuró par