Después del baile, Diana agarró una copa de jugo y la sonó, captando la atención de todos los invitados. Planeaba hacer un brindis, aunque Gabriel no estuviera muy de acuerdo con eso. Lo consideraba innecesario.
Diana sonrió, estaba contenta por la vida que tenía. Le costó mucho llegar hasta ese lugar, y nada ni nadie le iba a arrebatar su puesto.
—Muchas gracias por venir —comenzó, alzando la voz—. Este es un día muy importante para Gabriel y para mí. Estamos oficialmente casados, listos para recibir pronto a nuestro niño. Decidimos llamarlo: Thiago.
La gente aplaudió, pero fue un aplauso por respeto a Gabriel, a la mayoría no le interesaban las palabras de Diana.
—Gabriel y yo nos amamos —lo miró con ternura—. Y por eso quiero brindar esta noche. Celebramos nuestro amor, que perdurará por la eternidad. Los tenemos a ustedes de testigos.
Ella alzó una copa, con la elegancia medida de quien sabe que todos la están mirando. Los invitados la imitaron al instante, levantando sus cop