—¿Quieres que se separen? —preguntó Mario.
Estaba bastante sorprendido por el odio que le tenía Vanessa a su propio jefe, incluso lo superaba. Aunque eso significaba que podía ser una gran aliada en esa empresa.
Vanessa asintió.
—Sí. Para mí, destruir el corazón de Nicolás sería la mejor venganza —Cerró su puño, mirándolo—. Le haré lo que él me hizo. ¿Sabes lo destrozada que quedé por su culpa?
—Pues para que lo recuerdes con odio después de tantos años… —murmuró—. Tuvo que ser fuerte.
—Jamás lo olvidaré. Esperaba encontrarme con él tarde o temprano. Me obligué a estudiar algo que me facilitara el acceso a su empresa —comentó.
Mario bebió un sorbo de jugo, cruzado de brazos, con la mirada fija en algún punto invisible. Sabía que aliarse con Vanessa no era precisamente una jugada limpia. Pero también sería placentero hacer sufrir a Nicolás. Sonrió de forma maliciosa.
Si había una forma de equilibrar la balanza, aunque fuera con un poco de veneno, él estaba dispuesto a probarla.