Seis hombres en torno a una mesa, y a una cena ya acabada, charlaban mientras la señora Hessel retiraba los platos sin prestar atención, centrada en sus propios pensamientos. Detestaba que acudiera gente a cenar a su casa, detestaba que hablaran de política con su marido y detestaba a su marido.
-Están interceptando la mercadería. Asaltan a los comerciantes e impiden la autosuficiencia del reino; se metieron incluso con las exportaciones hacia Arren, y no creo que tarden en interrumpir el tráfico de Conux…- decía el señor Hessel con aire dramático, como si para alguien fuera un secreto.
-¿Usted cree que los asesinatos fueron cosa de la “revolución”?- preguntó el señor Rinan, con el cual Feya Hessel se había acostado siete veces.
-No lo sé, es posible. Lo cierto es que es prácticamente inminente una guerra civil entre las casa.
-No creo que sea para tanto- negó otro de los hombres, Kerril. ¿Habían sido cuatro veces, con Kerril? ¿Cinco?
La señor