REY DE OROS. CAPÍTULO 3. Una cena con el vampiro
REY DE OROS. CAPÍTULO 3. Una cena con el vampiro
Costanza estaba lista para cambiarse de ropa y desaparecer por la ventana cuando escuchó tres golpes secos en la puerta, como si alguien marcara el comienzo de una tragedia en tres actos. Tenía una pierna dentro del pantalón de calle, la otra en el aire, el pelo sujeto con un pasador rebelde y el corazón dando saltitos de conejo asustado. Y todo eso se fue bajo la cama en un segundo cuando escuchó la voz de su tío.
—¡Costanza! —tronó Pietro desde el otro lado, con ese tono de homilía que abría puertas sin picaporte.
Ella apretó los labios, resopló y susurró entre dientes, mirando al techo como si ahí viviera la central de quejas celestiales:
—Diosito, si vas a hacer un milagro, que sea ahora. No te pido fuego celestial, con un cortocircuito en el pasillo me conformo. ¡Pero electrocútalo, por favor!
La manija giró y Pietro entró con paso de juez que llega a dictar sentencia. Llevaba la sotana perfecta, la frente brillando de autoridad y