Cap. 40 La santa.
Karma quería quedarse. Parte de él deseaba estar cerca de Erika, asegurarse de que estuviera bien. Pero sabía que sería extraño quedarse en casa ajena, así que suspiró, se levantó del sofá y abrió un portal.
—Será mejor que regrese a la escuela… hay algo que olvidé —murmuró, desapareciendo entre destellos.
Arriba del colegio, en la azotea, Aida estaba agachada, apuntando con su mano a unos estudiantes. No necesitaba binoculares: su vista era tan aguda como la de un águila. Observaba con precisión quirúrgica.
—Él la quiere, pero tiene miedo… ella solo lo trata como un amigo escondiendo sus sentimientos también por miedo, les daré un empujón —susurró, sonriendo con malicia.
Levantó la mano, lista para disparar.
—Bang…
Un golpe seco la interrumpió. Aida se tambaleó, llevándose la mano a la cabeza por el dolor que sentía.
—¡¿Qué crees que haces?! —exclamó Karma, molesto.
—¡Ay! ¡¿Estás loco?! —dijo ella molesta.
—¿Por qué cada vez que hay un evento haces lo mismo? ¡Te he dicho que no interf