CAPÍTULO 59. Una oferta
CAPÍTULO 59. Una oferta
Un jadeo suave se me escapa, pero no es precisamente por los diamantes, sino porque sé que Viggo usará esta oportunidad para cometer alguno de sus oscuros excesos y que terminaré como termino siempre: doliéndome, pero disfrutándolo.
—Está bien, acepto —le respondo y lo veo retroceder casi haciendo un bailecito de la victoria—. ¿Por qué presiento que te vas a aprovechar de eso?
—¿Por qué me conoces? —responde con otra pregunta y luego me besa—. Esa noche, nos vemos en la 5Ta Avenida y… —Por un segundo se detiene, veo esa explosión de ira controlada en su rostro, se aleja, y cuando regresa trae un celular en la mano—. Toma, encriptado, irrastreable, solo tiene mi número. La gente que trabaja con operaciones delicadas tiene que asegurarse de que su información se mantenga confidencial.
Miro el aparato y sé que lo hace porque escuchó que Ren rastreó mi teléfono.
—Gracias —le digo aceptándolo—. Si no fueras tan joven diría que eres mi sugar daddy. Camioneta blindada