Mundo ficciónIniciar sesiónEl dolor punzante en el hombro había mutado en algo más siniestro durante la noche. Stephano despertó con la camisa empapada en sudor frío, el sabor metálico del malestar impregnando su boca. La herida latía con un ritmo propio, una percusión febril que se extendía por su brazo como dedos de fuego.
Se incorporó con dificultad en el estrecho catre que Igor había improvisado en la habitación más pequeña de la casa. La luz grisácea del amanecer se filtraba por la ventana, revelando las manchas rojizas que habían traspasado el vendaje durante la noche. El olor dulzón de la infección flotaba en el aire, inconfundible para alguien que había visto suficientes heridas de bala en su vida.
Mierda, pensó mientras examinaba el daño. La piel alrededor de la entrada había adquirido un tono rojizo preocupante, hinchada y caliente al tacto.







