El viaje había durado seis horas que se sintieron como seis años. El avión privado había despegado desde un aeropuerto pequeño cerca de Siena con eficiencia silenciosa que hablaba de dinero viejo y conexiones que no necesitaban documentación formal. Valentina había sostenido la mano de Danna durante todo el vuelo con dedos que temblaban cada vez que turbulencia sacudía la cabina. Ninguna había hablado. Las palabras parecían inadecuadas para la magnitud de lo que estaban haciendo.

Cuando finalmente aterrizaron en Palermo, la noche había caído completamente sobre Sicilia. El Mediterráneo brillaba oscuro bajo la luna creciente mientras dos autos los transportaban por carreteras costeras que serpentaban entre acantilados y pueblos antigu