La suite presidencial olía a dinero viejo y a pecado caro. Las paredes estaban forradas de seda color champagne. Los ventanales mostraban una vista panorámica de Madrid iluminado como un mar de estrellas caídas. La cama king size dominaba el espacio como un altar obsceno esperando un sacrificio.
Stephano cerró la puerta detrás de ellos. El clic suave sonó como una sentencia de muerte.
Se quitó la chaqueta con movimientos lentos y deliberados. La dejó sobre el respaldo de un sillón de terciopelo. Aflojó su corbata. Cada gesto era medido. Un depredador que no tiene prisa porque su presa ya está completamente atrapada.
Caminó hacia el bar de la suite. Sirvió dos copas de champagne con una elegancia practicada durante años.
—Relájate, cara.
Extendió una copa hacia Danna.
—No voy a violarte. Soy muchas cosas horribles pero no soy eso.
Ella no tomó la copa. Se quedó junto a la puerta con el vestido rojo arrugado, el maquillaje ligeramente corrido, el cabello comenzando a deshacerse de su pei