CEn cinco años nacieron ciento cincuenta niños lunares, y cada uno era más extraño que el anterior.

Luna observaba la guardería desde la ventana de observación, sus manos presionadas contra el cristal reforzado mientras contemplaba lo que la humanidad se había convertido. Ciento cincuenta pequeños cuerpos se movían por el espacio amplio con una gracia que desafiaba la física lunar. Algunos flotaban a centímetros del suelo sin esfuerzo aparente, otros se comunicaban en silencio perfecto, sus rostros serios concentrados en conversaciones que ningún adulto podía escuchar.

El desarrollo cognitivo había resultado ser tres veces más rápido de lo esperado. Niños de dos años hablaban con el vocabulario de adolescentes, mientras que los de cinco años discutían filosofía con una profundidad que hacía que los adultos se sintiera