Mundo ficciónIniciar sesiónGuardé el secreto del fin del mundo durante tres días antes de que el peso de ocho mil millones de vidas condenadas me obligara a decírselo a alguien.
La cabaña que había elegido como refugio temporal se convirtió en mi prisión voluntaria. No dormía porque cada vez que cerraba los ojos, las visiones del futuro se desplegaban como una película macabra de trescientos años de agonía planetaria. No comía porque el sabor de cualquier alimento se volvía ceniza cuando calculaba cuántas cosechas quedarían antes del colapso final. Solo observaba, una y otra vez, los futuros que convergían inexorablemente hacia el mismo destino: la extinción.
Todos los caminos llevaban al mismo lugar. Sin excepción.
Los síntomas ya habían comenzado, sutiles como susurros que solo yo podía escuchar con claridad. Terremotos de magnitud 2.1 que se







