Capítulo 89

La ciudad respiraba indiferente.

Pero nosotros no.

Clara caminaba por la acera, observando cada reflejo en los escaparates, cada sombra que se movía demasiado rápido. Su mente no descansaba; no podía. Desde la fotografía, desde el mensaje que decía “LOS VEMOS”, todo había cambiado.

Cada paso era calculado, pero cada pensamiento era un caos.

El café que había tomado horas antes seguía allí, frío, como un recordatorio de la normalidad que no existía. Sus manos jugaban con el bolso, apretándolo como si dentro estuviera su alma.

Sebastián la seguía a distancia. No podía acercarse demasiado; no podían ser vistos juntos, no todavía. Pero no podía dejar de analizarla. Cada respiración suya, cada movimiento de los ojos, cada temblor de los dedos era información valiosa.

—No puedo dejar de sentir que me observa —susurró Clara, aunque sabía que Sebastián podía oírla a distancia.

—No lo hace por casualidad —respondió él, la voz baja, firme, casi un murmullo—. Está provocándote. Está entrando en
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