—¿Y Bella? —preguntó ella, con una voz temblorosa, pero desafiante— Ella es tu esposa ahora.
Las demás palabras, las amenazas, los insultos, llegaron en un torrente, en un ejército de palabras cruzadas que solo buscaban lastimar. Carlos no tardó en responder, con una sonrisa llena de desprecio.
—Bella es sexy. Y su familia tiene mucho poder —Carlos reflexiono— Pero eso no importa. Siempre serás mía, Isabella. Aunque estemos divorciados.
—Mataste a tu propia hija… —Isabella entrecerró los ojos en su dirección
—Pfff —Carlos suspiró —También matare a Sebastian por tocar lo que es mio.
Esas palabras despertaron en ella una tremenda angustia, un deseo de luchar contra esa locura, contra esas amenazas. La idea de que pudieran hacerle daño a Sebastián la llenó de una energía salvaje, una fuerza que no sabía que poseía.
—¡No puedes hacer eso! —exclamó con todas sus fuerzas, pero Carlos la acalló con un beso forzado en los labios. Era asqueroso, humillante, una violación de su voluntad, un act