Cuando llegan a la sala de interrogatorio, el hombre que Gaby había dejado inconsciente se encontró sentado con las manos esposadas sobre la mesa y la cabeza gacha. Gaby y Noe entran en silencio ocupando cada uno de las sillas situadas en el lugar. Al otro lado del vidrio, en la habitación continua, la sala de expiación, se encontraron Esposito y los demás preparados para observar la escena que se iba a producir en unos instantes.
—Nombre —exige Gaby mirando el expediente que tenía en sus manos.
—Estoy seguro que ahí lo dice —responde el hombre.
—Olvidemos el protocolo y dinos a donde llevaban a esas mujeres —interviene Noe. El hombre la mira y muestra una media sonrisa condescendiente.
—No lo sé —miente.
—Eres de Estados Unidos, ¿verdad? —habla Gaby mirando el expediente—. No hay pasaporte, ni visa y parece que tienes pedido de captura allí y en otros países —el morocho levanta la mirada y lo observa sonriendo—. Sí, todo lo dice aquí.
—No me asustan —murmura el hombre.
—Lo voy a ser