—Cuidado niño —lo atrapa el morocho antes de caer.
—Lo siento —se disculpa Mateo acomodándose la ropa.
—¿A dónde ibas tan rápido? —indaga Gaby mirándolo con los ojos entrecerrados.
—He… Yo… —balbucea el niño mirando a cualquier lado menos a él. La pregunta no era a donde iba, si no de donde venía. El chico había estado pegado a la puerta de Aye escuchado como la niña hablaba con la madre. Había estado escuchando, desde su habitación, la música española que Aye cantaba y reproducía en su computadora portátil y al sentir que su voz ya no sonaba más y que la música se escuchaba en un susurro, su curiosidad lo llevó a pegar la oreja detrás de la puerta y con eso encontrarse que la niña baja había hecho la música para poder hablar con su madre por teléfono. Pero nada de eso podía decirle al tío celoso y sobreprotector. Gaby observa la puerta de Aye y luego lo mira con los ojos mas entornados, casi desafiándolo a mentirle.
—¿De dónde vienes? —cambia la pregunta Gaby.
—Voy al comedor. La com