—¿Medina? —entona Noe sorprendida por verlo en su casa y enfadado.
—Contesta —exige mirándola a los ojos.
Noe se estaba enfadando también y Gaby ni siquiera había reparado que no estaban solos en ese departamento. Los ojos nublados por la furia de Gaby estaban clavados en los ojos celestes de Noe. No existía nada más.
La tensión en ese departamento se podía cortar con un cuchillo oxidado. Los ojos del morocho destilaban una rabia que le hacía muy difícil controlar. Gaby se había despertado siendo muy consciente de lo que había pasado la noche anterior, por ende a su lado, cuando él abrió los ojos, tenía que estar Noe entre sus brazos. Pero eso nunca pasó, ella no estaba a su lado y su cabeza comenzó a redactarle muchas situaciones del por qué no estaba ella ahí y ninguna le daba buena espina. Por lo que como una bestia a la que dejaron salir de su jaula, salió a buscarla. Revisó toda la casa antes de ir hasta el departamento de ella, pero Noe no se encontraba allí tampoco. Los malos