Tal cual venía haciendo Alex cada día, pasar por el hospital por la tarde, una vez que termina con su trabajo para ver a su mujer. Él lleva una rosa negra en cada visita, aunque sabía que a Lina no le gustaban mucho las flores, también sabía que era la única flor que tenía una excepción por parte de su mujer, por lo tanto, no iba a dejar de hacerlo, no hasta que ella se despierte. Al entrar en la habitación de su mujer se queda estático a pasos de la puerta por la sorpresa. Un hombre se encuentra sentado en la silla que él usa cada día en su visita.
El hombre se gira al sentir que alguien más había entrado en la habitación para encontrarse cara a cara con el marido de la mujer que él quería.
—¿Qué haces aquí? —inquiere Alex retomando su camino hacia su mujer.
—Me enteré lo que le pasó y me pareció correcto visitarla —responde Fernando sin aminorarse por el tono brusco de voz por parte de Alex.
—No tienes nada que hacer aquí —espeta.
—No vengo a pelear, Alex —dice, elevando las manos—.