En el hospital…
La tenue luz del amanecer filtrada por la ventana dibujaba sombras en la habitación.
Melissa abrió lentamente los ojos, sintiendo una punzada en la sien, se sintió tan enferma, tan extraña. Todo a su alrededor parecía girar y por un momento no pudo distinguir dónde estaba. El techo blanco del hospital se convirtió en su primer punto de anclaje a la realidad.
Intentó incorporarse, pero el peso en su pecho la detuvo. Fue entonces cuando vio a Julián a su lado. Él sostenía su mano con una sonrisa suave, casi demasiado calculada.
—¿Tú…? —murmuró ella, con voz débil y confundida.
Julián asintió, acariciándole los dedos con una falsa ternura.
—Qué bueno que despertó, señora —dijo con voz apacible—. El abuelo Durance no estaba, tenía una cita médica y no quise molestarlo. Pero llamé a su esposo… sin embargo, me temo que no le importó lo suficiente como para venir a verla —dijo el hombre, sus palabras sonaban crueles, venenosas, pero Melissa no pensó que fuera obra suya, si no