Ellyn tenía el corazón galopando dentro del pecho. Sentía frío, pero también un ardor en la garganta que le subía como bilis.
La adrenalina corría por sus venas. Las manos atadas, los ojos cubiertos con una venda, y la incertidumbre envolviéndola como una jaula oscura.
Intentaba controlar su respiración. Recordaba el rostro de Asha, sus pequeñas manitas acariciando su vientre y hablando con ternura al bebé que apenas crecía dentro de ella.
—Por favor... —susurró entre dientes, más para sí misma que para alguien más—. No me quiten esto. No ahora.
El auto se detuvo bruscamente, el frenazo la sacó de su estado casi disociado. La puerta se abrió de golpe y unas manos la sujetaron sin delicadeza. Gritó, pero un trapo fue colocado sobre su boca y luego le colocaron una venda sobre los ojos.
—¡Suéltenme! ¡Por favor! —lloraba, pataleaba, pero no tenía fuerza para detenerlos.
La empujaron para caminar. El suelo crujía bajo sus pies. Oía ruidos metálicos, puertas, chirriando, pasos. Finalmente,