Clark no lo pensó dos veces.
Al ver a Ellyn desmayada, con la fiebre devorándole la piel y el rostro bañado en sudor, la cargó y la subió a su auto como si fuera lo más valioso del mundo y la llevó directamente al hospital más cercano.
Durante el trayecto, su corazón latía con fuerza, cada latido un golpe seco contra su pecho.
No solo por la preocupación que lo carcomía, sino por ese amor callado, profundo, que había mantenido oculto durante años.
Amaba a Ellyn desde que tenía memoria, desde que ella apenas se reía de sus chistes torpes en la escuela.
Pero ella nunca lo miró con los ojos del amor. No. Ella solo veía a Federico.
Y él, Clark, se había resignado a ser solo el amigo, el salvavidas, el soporte. El testigo silencioso de un amor no correspondido.
***
En el hospital, todo fue rápido. Un torbellino de enfermeras, cables, inyecciones.
Clark permanecía en la sala de espera con las manos juntas, entrelazadas como en oración. Cada minuto era una eternidad.
Finalmente, una doctora s