Ellyn llegó al cóctel vestida de negro, con un vestido elegante que resaltaba su porte firme y decidido.
La música ambiental y las luces suaves daban al salón un aire sofisticado, casi teatral.
Caminó entre los asistentes con una sonrisa controlada, saludando a algunos socios con un gesto cordial.
Fingía seguridad, aunque su estómago era un nudo. La presencia de ciertas personas podía convertir esa noche en una bomba de relojería.
No pasó mucho tiempo antes de encontrarse con Sebastián, quien se unió a ella casi con timidez. Su semblante lo decía todo. No era el hombre encantador y relajado de otras ocasiones.
Había una sombra en sus ojos, como si hubiera visto algo que no quería recordar.
—¿Estás bien, Sebastián? —le preguntó Ellyn, frunciendo el ceño. Su mirada buscaba respuestas más allá de las palabras.
Él asintió con rigidez. Evitó su mirada por un instante.
—Todo bien —mintió con voz queda, forzando una sonrisa.
Pero no estaba bien. Ella no lo sabía, o quizá lo intuía.
Sebastián