Pensando en todo esto mientras se dirigía a la oficina, Bastián se encontró con una escena todavía más sospechosa.
Fernanda, quien no estuvo en la entrada para recibirlo con el resto de las sirvientas, ahora estaba parada justo en la puerta de su oficina como si vigilara que nadie se acercara.
Ahora Bastián entendía por qué se sintió extraño el recibimiento en la entrada principal, y por qué sintió que algo no le cuadraba, fue porque no la vio a ella.
— ¡Fernanda!, ¿qué haces aquí? — Preguntó Bastián al acercarse a su empleada, provocando que esta se sobresaltara.
— ¡Eh, señor…! Es que… Yo… — Fernanda bajó la vista, nerviosa, para luego mirar hacia la puerta de la oficina de forma inquieta. — Disculpe, es que… Yo lo buscaba… Y es que… Es porque… Porque… — Se quedó pensativa, pero nada salía, ninguna explicación. Bastián se detuvo justo frente a ella.
— Si de verdad me hubieras estado buscando, debías haber estado en la entrada, como todas las demás, para recibirme… — Gruñó Bastiá