~COLE BLACKWOOD~
Los duros e inquisitivos ojos oscuros de Edmund Blackwood, por encima del periódico que tenía en las manos, fue lo primero que me recibió cuando entré al comedor. No era una mirada amable; nunca lo había sido. En esa casa, incluso la más ligera mirada parecía una guerra silenciosa.
Mi padre ya estaba sentado en la cabecera de la mesa. Espalda recta, ropa impecable, expresión severa. Edmund Blackwood no miraba: inspeccionaba. Todo. A todos.
Me dejé caer en la silla frente a él, saludando entre dientes porque sabía que él no se tomaría la molestia en devolver ese saludo.
—Buenos días.
El café era lo único que estaba servido. Lo tomé, me lo llevé a la boca y le di un sorbo largo, como si eso hubiera podido borrar la noche anterior de mi cabeza. Como si hubiera podido borrar el coraje que traía atorado a media garganta.
—¿Y tu esposa? —preguntó de pronto, con la voz tranquila, demasiado tranquila.
Levanté la vista apena.
—No tengo ni la menor idea y mucho menos me interes