El momento después de la abofeteada se congeló como una fotografía, con Franco tocándose la mejilla y esa sonrisa perturbadora todavía en su rostro. Entonces, con movimientos deliberados, sacó la silla nuevamente y se sentó como si nada hubiera pasado.
—Siéntate, Isabella. Tenemos mucho de qué hablar.
—No tengo nada que hablar contigo—
—Siéntate. —Esta vez su voz era diferente, con un filo que cortaba—. O me voy ahora y nunca obtendrás respuestas. Tu elección.
Isabella vaciló, mirando hacia donde Enzo estaba parado. Él negó con la cabeza casi imperceptiblemente, pero ella se sentó de todas formas. Necesitaba escuchar esto, sin importar cuánto doliera.
Franco esperó hasta que el café volvió a su murmullo normal antes de hablar, su voz baja pero clara.
—Trabajé para los padres de tu ex-prometido y su nueva esposa durante veinte años. Alessandro Costa y Roberto Hidalgo construyeron sus fortunas sobre fraude inmobiliario masivo. Compraban propiedades con títulos disputados, desplazaban fam