La puerta de la habitación se cerró tras ellos con un golpe seco. Valeria apenas tuvo tiempo de respirar antes de que Enzo la acorralara contra la pared, sus manos recorriendo hambrientas cada centímetro de su cuerpo. La penumbra de la habitación solo era interrumpida por la luz plateada de la luna que se filtraba entre las cortinas, dibujando sombras sobre sus cuerpos entrelazados.
—Te necesito —susurró él contra su cuello, su acento italiano más marcado que nunca, como siempre ocurría cuando perdía el control—. Te necesito ahora.
Valeria respondió arqueando su cuerpo hacia él, sus dedos enredándose en el cabello oscuro de Enzo mientras sentía cómo sus labios descendían por su garganta, dejando un rastro de fuego a su paso. No había palabras para describir lo que ese hombre le provocaba. Era como si cada célula de su cu