El atardecer milanés pintaba el cielo de tonos anaranjados y violetas mientras Valeria contemplaba la ciudad desde la ventana de la suite. Milán era diferente a como la había imaginado: menos ostentosa que Roma, pero con una elegancia sobria que resultaba hipnótica. Como Enzo, pensó, y se sorprendió a sí misma haciendo la comparación.
La presentación privada de la nueva línea de Costa Enterprises había sido un éxito rotundo. Valeria había observado a Enzo moverse entre los invitados con una naturalidad que contrastaba con su habitual hermetismo. Aquí, en su tierra, parecía otro hombre.
—¿Lista para cenar? —La voz de Enzo la sobresaltó. Estaba apoyado en el marco de la puerta, con un traje gris oscuro que resaltaba el verde de sus ojos.
—Casi —respondió ella, ajustándose el vestido negro que hab