El amanecer italiano se colaba por las cortinas de seda, dibujando patrones dorados sobre la piel desnuda de Valeria. Tumbada boca abajo, con la sábana apenas cubriendo la curva de su espalda, observaba el perfil de Enzo mientras dormía. Su mandíbula fuerte, esos labios que la noche anterior habían recorrido cada centímetro de su cuerpo, la respiración acompasada de quien descansa después de una batalla.
Una batalla. Eso era exactamente lo que sentía en su interior.
Valeria deslizó los dedos por el rostro de Enzo con delicadeza, como si temiera despertarlo. Cada línea de expresión contaba una historia que ella anhelaba conocer por completo. Cada cicatriz invisible que él llevaba era un misterio que la atraía como la luz a las polillas.
"Mierda", susurró para sí misma. "Esto no estaba en mis planes."
El miedo se instaló en su pecho como un inquil