Valeria tomó su teléfono con manos temblorosas. Marcó el número de Enzo. Sonó cuatro veces antes de que contestara.
—¿Qué? —Su voz era hielo.
—Necesito que vengas. Por favor.
—¿Después de lo que dijiste?
—Lo sé. Sé que fui terrible. Pero Marcus Webb está aquí y tiene plan para recuperar París y necesitamos tu ayuda.
Silencio.
—Por favor —susurró Valeria—. Te lo ruego.
—Estoy afuera. He estado en mi coche las últimas tres horas. No me pude ir. —La voz se quebró—. Sube.
Valeria bajó las escaleras corriendo. Enzo estaba recostado contra su Bentley, ojos rojos, rostro devastado.
—Lo siento —dijo ella inmediatamente—. Dios, Enzo, lo siento. No quise...
—Sí quisiste. —Pero no sonaba enojado. Solo cansado—. Querías herir porque estabas herida. Lo entiendo.
—No es excusa.
—No. Pero es humano. —La miró finalmente—. ¿Qué necesitas?
—A ti. Necesito que me ayudes a pelear. Una última vez.
Enzo se empujó del coche.
—Entonces peleemos.
Subieron juntos. Marcus ya tenía su laptop conectada a pantalla