El amanecer se filtraba por las persianas entornadas cuando Valeria abrió los ojos. Contempló el techo durante unos segundos, recordando los eventos de la noche anterior. Su cuerpo aún conservaba la sensación de las manos de Enzo recorriéndola, pero su mente había tomado una decisión. No podía seguir cayendo en ese juego peligroso donde él marcaba todas las reglas.
Se duchó con agua fría, dejando que el chorro helado borrara cualquier rastro de debilidad. Se vistió con un traje sastre gris perla, camisa blanca impecable y tacones negros que resonaban con determinación. Su maquillaje, perfecto pero discreto. Su actitud, blindada.
Al llegar a la oficina, saludó a todos con su habitual sonrisa profesional. Nadie podría adivinar que por dentro libraba una batalla contra sus propios deseos. Pasó junto al despacho de Enzo sin siquiera mirar hacia el i