La penumbra del apartamento seguro envolvía a Valeria mientras observaba la ciudad a través de la ventana. Las luces de Madrid parpadeaban como estrellas caídas, indiferentes al peligro que acechaba en las sombras. Llevaban tres días encerrados en aquel lugar, siguiendo pistas que parecían evaporarse tan pronto como las encontraban.
Enzo entró en la habitación con el cabello húmedo y una toalla alrededor de la cintura. Las gotas de agua resbalaban por su torso esculpido, dibujando caminos que Valeria siguió con la mirada, intentando disimular su interés.
—¿Alguna novedad? —preguntó él, acercándose a la mesa donde habían desplegado documentos, fotografías y mapas.
—Nada. Parece que se lo ha tragado la tierra —respondió ella, apartando la mirada de su cuerpo semidesnudo—. Marco sigue rastreando las últimas transacci