La mañana siguiente comenzó con la ciudad en un estado de aparente normalidad, pero para el equipo, nada se sentía normal. Los mensajes de la noche anterior marcaban un punto de no retorno.
Emilia llegó a la agencia temprano. Lucas la había visto salir en silencio, sin cuestionarla, aunque su mirada decía todo: preocupación, orgullo, miedo… amor.
Al entrar, encontró a Maike rodeado de pantallas, con tazas de café vacías y la expresión de alguien que no había dormido.
—Están jugando con nosotras —dijo él sin saludar—. Lo comprobé esta madrugada.
Le mostró tres clips de cámaras de seguridad. Sofía aparecía cruzando una calle dos días antes. Emilia en una tienda de ropa para niños la semana pasada. Maike saliendo de su departamento esa mañana.
Todos grabados desde ángulos privados. No cámaras oficiales. No cámaras públicas.
—Estos no son registros que alguien pueda robar —dijo él—. Son cámaras instaladas para seguirnos.
Emilia sintió un nudo en el estómago. —Nos tienen mapeados.
Justo cu